lunes, 21 de octubre de 2019

Mirando al cielo. Mantegna y Goya



El óculo (del latín oculus, ojo), esa abertura circular u ovalada frecuente en los edificios, ha acompañado a la historia de la arquitectura con exponentes tan significativos como el situado en la cúpula del Panteón de Roma (118-125 a.C.).

El Panteón. Roma (Foto: Daniel Kalker)
Bajo el espíritu renacentista su uso trascendió en muchos casos a su propia realidad constructiva y función utilizando el recurso del trompe l´oeil (la falsa perspectiva) y la visión di sotto in su (de abajo a arriba).

Así se recreó en numerosos templos y palacios la ilusión de hacer desaparecer sus techos con espectaculares ascensiones a los cielos o irreales geometrías de cúpulas.

El techo pintado de la Camera degli Sposi (Andrea Mantegna, 1471) en el Palacio Ducal de Mantua constituye un magnífico ejemplo dentro del elaborado trabajo pictórico que cubre toda la sala.

Camera degli Sposi. Palacio Ducal. Mantua (A. Mantegna, 1471)
Sin duda el falso óculo central es la joya de la corona, y nunca mejor dicho dada la analogía geométrica. Cuando la representación se enmarca en la figura del óculo, ésta cobra una vida diferente.

La nítida definición geométrica del óculo permitía convertirlo en una galería circular situada en un piso elevado desde la que alguien se asomaba o en la que algo ocurría.

No sólo podías ver como “se alejaba” lo representado sino que también, y especialmente, percibías cómo a su vez te estaban contemplando desde el cielo.

Detalle del óculo de la Camera degli Sposi.
En ese cruce de miradas juega un papel fundamental la presencia de cinco figuras femeninas, que miran sonrientes desde su privilegiada posición, casi burlándose, especialmente tres de ellas, al espectador.

La presencia de los putti en forzados escorzos a ambos lados del antepecho pintado refuerzan la sensación de “realidad”, a la que contribuye significativamente la maceta apoyada parcialmente sobre un palo cruzado sobre la baranda.

Más de tres siglos después, en 1798, Francisco de Goya pinta los frescos de la Ermita de San Antonio de la Florida en Madrid. La representación en su cúpula, rematada por una linterna, del Milagro de San Antonio buscará una mayor autonomía respecto a los visitantes.

Cúpula de San Antonio de la Florida. Madrid (F. de Goya, 1798)
En este caso el juego de miradas con el espectador será sustituido por una narración, delimitada físicamente por una falsa barandilla de sencillos barrotes de hierro que recorre el arranque real de la cúpula y fuga hacia la luz del pequeño óculo de la linterna central. 

Los personajes son totalmente diferentes y también su actitud, pero entre ellos los hay que se sujetan, asoman o cabalgan sobre aquella, mientras alguno, ensimismado, parece mirar hacia abajo.


Detalle del Milagro de San Antonio. Ermita de San Antonio de la Florida. Madrid.
La barandilla juega en ambas obras el papel de separar, y a la vez enlazar, lo real de lo que parece que es, no siéndolo, conformando un mundo añadido al real, dilatando el espacio disponible y creando una arquitectura ilusoria, que quizás no lo sea tanto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario