lunes, 30 de noviembre de 2020

El campo dibujado

 

La Agricultura comparte con la Arquitectura el territorio. Una cultiva lo rústico y la otra construye lo urbano, según la tradicional denominación catastral, pero ambas han recurrido a lo largo de la historia a ordenaciones basadas en la línea recta, el cuadrado y el círculo.

El “original desorden” de la naturaleza fue dando paso, de la mano del hombre y de sus aperos de labranza, a la “regularización” del paisaje.

La presencia en la agricultura de normas y geometrías rectilíneas viene seguramente del uso del arado, y la distribución de los campos y huertas de las ortogonales centuriatio, sistema de distribución de tierras con las que el Imperio romano premiaba a los legionarios licenciados, asegurando el control de su territorio. 

Fresco de la tumba de Sannesjem (Deir el Medina. Egipto. 1.200 ac.) y Fragmento del mapa del término de Isola (Italia) con la trama de la parcelación romana.

Afortunadamente éste no era una tabula rasa, aunque se pretendía convertirlo en tal para su mejor aprovechamiento, pero la reducida intensidad de ocupación del mismo durante siglos, junto a su variada orografía, la presencia de ríos y la necesidad de disponer de bosques para la caza y la construcción permitió un cierto equilibrio entre naturaleza y agricultura. 

Detalle del libro Les Trés Riches Heures du Duc de Berry, mes de Diciembre (Hnos. Limbourg. c. 1419) y Vista de los campos de la Vall d´Áger (Foto: J. Recassens)

El vertiginoso desarrollo de cultivos extensivos e intensivos, especialmente durante el siglo XX, con una tecnología que va del tractor al dron, con nuevos sistemas de producción a partir del uso abusivo de fertilizantes químicos, de amplias deforestaciones, de la producción de alimentos transgénicos o la implantación de invernaderos ha ido de la mano de operaciones de concentración de la propiedad, la aparición de grandes empresas agrícolas y de más que discutibles políticas agrarias.

El resultado es bien conocido, ante nuestros ojos tenemos un atractivo paisaje de engañosa belleza con su orden, trazados y colores.

Un paisaje que parece dibujado con tiralíneas, fruto del movimiento de tractores y cosechadoras,

Cultivos cerca de Cognac (Francia. Foto: I. Arthus Bertarand) y Campo de algodón en Tarim (China. Foto: Xingua. Du Bingxun)

a base de extensas retículas, que permiten una máxima rentabilidad y un cómodo acceso,

Campos de Espel (Países Bajos. Foto: B. Grant) y de Meridian (EE. UU.)

o hecho de círculos definidos por el giro de las gigantescas estructuras de riego,

Arabia Saudí (Fuente: Traxco y Foto: B. Grant) 

compuesto de múltiples colores, fruto del empleo de variedades de la misma planta en grandes monocultivos,

Campos de tulipanes (Holanda) y viñedos en La Rioja (España. Fuente: Inout viajes)

y construido por las inmensas superficies brillantes o luminosas de los plásticos de  los invernaderos,

Invernaderos en Almería (España. Fuente Apple  Maps) y Holanda (Foto: T. Hegen)

aunque siguen quedando quienes prefieren rodear los restos de un bosquecillo a talarlo, o cultivar su pequeña huerta. 

Campo labrado (Fuente: freepick) y Huertos o "venajos" en Haro (La Rioja. Fuente: radioharo)

Llegado a este punto ¿este ciclópeo esfuerzo está  sirviendo para el fin que se supone se pretendía, alimentar a todos los habitantes de la Tierra?, ¿su aprovechamiento es lo suficientemente racional y ecológico para que generaciones venideras puedan seguir utilizándolo?, o ¿ha sido una muestra más de la capacidad del sistema en el que estamos inmersos, para que alguien saque más beneficio de su explotación, en el doble sentido de rendimiento y abuso? 

Almería (Foto: E. Burtinsky) y "Sequía" ( Fuente: innovaspain)

De la comparación entre estas dos últimas imágenes, que puede parecer anecdótica y premeditadamente buscada, no es difícil imaginar que por el camino de una actividad intensamente abusiva y contaminante sobre la tierra, mientras parte de la población no tiene recursos para “labrar” su futuro, el planeta puede acabar “agotado”.

lunes, 23 de noviembre de 2020

Arquitectura sin arquitectos.

 

La editorial Pepitas de Calabaza acaba de reeditar Arquitectura sin arquitectos. Breve introducción a la arquitectura sin genealogía obra del escritor y arquitecto Bernard Rudofsky (1905-1988).

La nueva publicación se presenta además con una gran mejora en la calidad de las  reproducciones fotográfica respecto a la edición anterior, haciéndola más atractiva todavía.

Guardo un ejemplar de la publicada por la Editorial Universitaria de Buenos Aires en 1973, comprado en aquella década, bastante usado porque su consulta me sigue proporcionando placer visual y aprendizaje del buen hacer de lo que tradicionalmente hemos llamado Arquitectura anónima, popular, vernácula, etc.

Este libro debe enmarcarse en un doble contexto. Por un lado, en el de la obra escrita por un arquitecto con una heterodoxa mirada sobre la arquitectura y la ciudad y cuyo planteamiento queda perfectamente definido en la frase publicada en 1938, "What is needed is not a new way of building, but a new way of living" (“Lo que hace falta no es una nueva forma de construir, sino una nueva forma de vivir”) y  que posteriormente desarrolló en diversas exposiciones y publicaciones.

Streets for People (ed. Doubleday & Company.1969) y Now i lay me down to eat (ed. Anchor Books. 1980)

El otro contexto es el de la propia editorial logroñesa Pepitas de Calabaza, con una colección sobre  arquitectura y urbanismo que cuenta con abundantes títulos, de los que no puedo por menos que destacar las magníficas reediciones de La ciudad en la Historia (L. Mumford) y El modo atemporal de construir (Ch. Alexander).


Con una didáctica introducción a modo de declaración de principios, B. Rudofsky en Arquitectura sin arquitectos nos traslada desde el territorio transformado por el hombre, visto desde el cielo, hasta el detalle del simbolismo figurativo de un poste de madera tallado en una casa dogón en Malí, con el que parece podrías dialogar.

En el camino, numerosos epígrafes nos introducen en temas tan sugerentes como la elección del lugar para asentarse y la adecuación del terreno para su cultivo,

Mojácar (Almería. Andalucía. España) y montaña terraplenada en China.

la arquitectura por sustracción, enterrada o excavada en las paredes de las montañas,

Aldea subterránea cerca de Loyang (China) y fachada de iglesia excavada en Göreme (Anatolia. Turquía)

la forma de la ciudad estructurada y de los asentamientos indígenas,

Marrakesh (Marruecos) y aldea de Logone-Birni (Camerún)

el carácter de las calles, protegidas de las inclemencias del tiempo por soportales o celosías,

Soportales de  Garrovillas de Alconétar (Cáceres. Extremadura. España) y localidad sin identificar (Äfrica)

las casas y los espacios de almacenaje, con sus múltiples variantes constructivas,

Apanomeria (Oia. Grecia) y Hórreos en Combarro (Pontevedra. Galicia. España)

o el control de la luz y la representación mítica de la figura humana entre otros muchos.

Techo de casa de baños en Iznik (Bursa. Turquía) y poste con forma de  mujer en una casa  en territorio dogón (Malí)


Y en todos ellos se respira la intensidad de lo normal, de aquello que a partir de la realidad, el sentido común y la imaginación de cómo aprovecharla, permitió a tantas generaciones modelar el paisaje, dibujar sus ciudades y pueblos y construir sus casas, fruto de una actividad transformadora que modifica el territorio y en la que se reconoce un gran esfuerzo colectivo.

Pero no sólo eso, también se puede percibir algo menos evidente, el pálpito de algo más inmaterial, más mágico, característico del "orden" de las sociedades primitivas. 

En resumen, con esta publicación la editorial Pepitas de Calabaza nos invita a un viaje de imágenes, sensaciones y reflexiones por diversos lugares, que yo os animo realizar.

(Nota. Todas las imágenes pertenecen al libro Arquitectura sin arquitectos)


Para más información:

http://www.pepitas.net/libro/arquitectura-sin-arquitectos

lunes, 16 de noviembre de 2020

Otras fachadas

 

Si bien la arquitectura debe ser entendida como la materialización de un complejo sistema de relaciones, desde las intelectuales a las constructivas, desde las funcionales a las socioeconómicas, es normal que la identifiquemos a través de sus fachadas.

La mayoría de las edificaciones se presenten públicamente a través de aquellas, ejemplo de la expresión “la cara es el espejo del  alma”. En su diseño sus autores tratan de condensar la razón de ser de las mismas contribuyendo a la expresiva configuración de la ciudad.

Y así el diseño de las fachadas se carga de reglas compositivas, proporciones geométricas, molduras y relieves, acabados diversos , etc. Todo ello generalmente con la pretensión de ser testimonio ¿eterno? de su momento.

Por ello resulta tan atractiva la imagen de esas otras fachadas, en las que aquellos planteamientos, por humilde que sea su interpretación y plasmación, desaparecen o se transforman en determinadas épocas del año.

Ahora que está tan en boga hablar de fachadas verdes, parece que nadie se acuerda de en cuántos edificios sus propietarios propiciaron la transformación exterior de su casa creando con la extensión de enredaderas una nueva envoltura, porosa, fresca y colorista.

Barrio Baba. Praga (Foto: J. M. León)

Fachadas que en muchos casos mutan su colorido y textura con el cambio de estación según el tipo de planta que recubre el muro.

Logroño (Fotos: J. M. León)

En otros casos este cambio formal sólo se produce en determinados pueblos cuando llega el otoño.

Con la recolección del pimiento rojo de sus huertas aparecen en las fachadas de muchas de sus casas unos sencillos artilugios, unos palos, para colgar de ellos las ristras de los citados frutos. Este curioso “revestimiento” a modo de cortinas vegetales, llena de un curioso color y textura los edificios mientras dura su secado al sol, transformando durante unos días la escena urbana. 

Pueblo de la Ribera navarra y Quel. La Rioja (Foto: J. M. León)


Ambas imágenes constituyen  un buen ejemplo de lo que podríamos llamar “fachadas de temporada”, que en su papel de soportes de un añadido vegetal que cambia de color o desaparece celebran el paso  del tiempo, como los balcones adornados en ciertas fechas con guirnaldas o luces de colores celebran los grandes acontecimientos y las pequeñas efemérides.


Nota: sobre "Fachadas" en La ciudad visitada puedes curiosear:

https://laciudadvisitada.blogspot.com/2019/06/solo-fachadas.html

https://laciudadvisitada.blogspot.com/2019/09/arquitecturas-inacabadas.html

https://laciudadvisitada.blogspot.com/2018/11/el-muro-y-el-hueco.html

https://laciudadvisitada.blogspot.com/2018/04/edificios-con-mensaje.html

https://laciudadvisitada.blogspot.com/2018/03/edificios-asimetricos.html

https://laciudadvisitada.blogspot.com/2018/03/agregaciones-en-buena-compania.html

https://laciudadvisitada.blogspot.com/2018/02/mas-muros-cuzco-y-taquile.html

https://laciudadvisitada.blogspot.com/2018/01/dos-intervenciones-historicas.html

https://laciudadvisitada.blogspot.com/2017/12/de-muros-florencia.html







lunes, 9 de noviembre de 2020

A jugar a la calle

Hubo una época en que la calle era el espacio habitual de los juegos de los niños. 

Niños jugando Zennor Road. Londres (Foto: P. Kaye. 1960) y Rainham. Kent (Fuente: Rainham Memory)

En nuestra sociedad hoy esto parece casi imposible.

A ello han contribuido lógicamente las sucesivas transformaciones, en muchos casos positivas, en los hábitos sociales y de la propia ciudad.

La especialización del espacio según edades y usos y el aumento de tráfico rodado y peatonal por nuestras calles han contribuido a este cambio de  “paisaje”. Ahora en nuestras ciudades se juega en los parques infantiles, en los patios de los colegios, en las pistas y campos construidos  para  ello o en los polideportivos cubiertos, y las calles si no  están peatonalizadas son dominio del vehículo.

El uso de la calle para el juego en la actualidad ya sólo se da en los pueblos y en países con precarias economías o con situaciones más dramáticas.

Partido de baloncesto. Barrio de Manila

Juagando a la rayuela. Homs. Siria (fuente: el confidencial)


Los cambios tecnológicos han propiciado que en nuestra sociedad se juegue de forma diferente. Por ejemplo, los niños, y no sólo niños, “juegan” mucho en casa con el móvil, la tablet o el ordenador a la par que practican deporte a través de regladas actividades extraescolares.

Así que tantos lugares y paredes que fueron tan apreciados para jugar perdieron esa actividad o han desaparecido. De otros queda una difuminada huella tal como muestra el fotógrafo M. Kirkham en su trabajo Urban Goals.

Urban Goals. Toxte. Liverpool ( Foto: M. Kirkham)

Por ello me llama la  atención encontrarme con unos críos que han tomado momentáneamente una plaza, “desmonumentalizándola”, y utilizando como simbólica portería la reja de la portada de la iglesia.

Plaza del Mercado. Logroño (Foto: J. M. León)

Afortunadamente desde hace unos años se está reivindicando desde diferentes lugares, y de formas muy diversas, la recuperación de la calle como espacio de juego.

En unos casos con campañas que ponen en práctica asociaciones de vecinos y colectivos educativos con el acuerdo del ayuntamiento que cierra provisionalmente al tráfico alguna calle dejando sin efecto la aplicación de la “ordenanza cívica” correspondiente. 

Jugando en la calle . Waterville. Maine (Fuente: nescbwi) y (Fuente: genteyold)

En otros a través de la intervención de artistas urbanos como Florian Riviére o Benedetto Bufalino que, con una carga de ironía surrealista, llaman nuestra atención al utilizar elementos cotidianos fuera de su contexto y función. Con un reducido presupuesto y una gran creatividad llaman “al juego” en la ciudad como un nuevo placer.

No pay, play. Estrasburgo (F. Rivière. 2011. Foto: J. Roth) 

Tras basquet 1. Estrasburgo (F. Riviére. 2011)

Le terrain de fot. Pau (B. Bufalino. 2017)

En cualquier caso, imágenes todas ellas que traslucen el deseo de hacer realidad nuevamente aquella expresión de “¡Hala, a jugar a la calle!”, desaparecida hace tiempo del lenguaje familiar. 



lunes, 2 de noviembre de 2020

100 años de interiores "de cine"

El cine juega con el espacio y el tiempo. Y por supuesto con el espectador.

Entre las películas Das Cabinet des Dr. Caligari (R. Wiene. 1920) y Parásitos (B. Joon-ho. 2019) ha transcurrido casi un siglo, y los espacios interiores filmados han ido reflejando la evolución de las corrientes estéticas en el terreno de lo doméstico.


En los años 20 del siglo pasado muchas películas siguieron las pautas de un radical expresionismo, con forzadas perspectivas y planos plegados sobre los que se pintaban los efectos de la luz y la sombra buscando un dramático efecto.

Das Cabinet des Dr. Caligari (R. Wiene. 1920) y Dr. Mabuse (R. Wiene. 1922)

Otras respondieron a un glamuroso art-decó llenando las casas de la burguesía de muebles, objetos y rotundas geometrías creados por directores artísticos, arquitectos, artistas y diseñadores.

Le Vertigue (M. L´Herbier 1926) y The Kiss (J. Feyder. 1929)

A caballo de ambas corrientes artísticas, se desarrolla la emblemática
Metrópolis (F. Lang, 1927) con su ciudad futurista, el expresionista mundo subterráneo de los obreros y los ambientes art decó de las casas de los poderosos.

La presencia del purismo moderno en las escenas de los años 30  es mucho más escasa, quizás por su radical militancia y austera formalización, incorporando a la escena paredes de vidrios traslúcidos, escaleras metálicas y ligeros muebles de tubo.

The Black Cat (“Satanás”. E. G. Ulmer, 1934) y  Theodora goes wild (“Los pecados de Teodora”. R. Boleskawsky. 1936)
      


En los años 40 y 50 el tratamiento de los espacios interiores oscilará entre ambientes domésticos de carácter conservador y el nacimiento de una modernidad funcionalista que será objeto de la crítica de Jacques Tati en
Mon oncle. 

The Fountainhead (“El Manantial”. K. Vidor. 1949) y Mon oncle (“Mi tío”. J. Tati. 1958)
     

En las décadas siguientes los directores artísticos utilizarán con frecuencia edificios significativos de la arquitectura moderna y contemporánea como escenarios reales donde rodar determinadas escenas.

Stanley Kubrick recurre en 1971 a la Skybreak House para la película A clockwork orange (La naranja mecánica) atraído por el sugerente espacio interior escalonado haciendo un reconocimiento a la nueva arquitectura.     

A clockwork orange (“La naranja mecánica”. S. Kubrick. 1971) y la Skybreak House. Radlett (Team 4. Su Brumwell, N. FosterW. Cheesman y R. Rogers. 1965)

Igualmente, los geométricos planos de hormigón y piedra de las obras del arqto. J. Lautner, comparten protagonismo con los personajes cinematográficos en varias películas. 

El gran Lebowaky (E. y J. Cohen. 1998) en la Sheats-Goldstein House. Los Ángeles (J. Lautner. 1962)

En una de ellas, lElrod House (1968), se filmó Diamons Are Forever ("Diamantes para la eternidad". G. Hamilton. 1971) con el recién fallecido Sean Connery en el papel de James Bond.

Los directores de cine también dirigirán su mirada a las vanguardistas arquitecturas del siglo XX de limpias geometrías y sugerentes espacios interiores.   

L. A. Confidential (C. Hanson. 1997) y la Lewell House. Los Ángeles (R. Neutra. 1929)

     

El vecino de al lado (G. Duprat y M. Cohn. 2009) en la Casa Curutchet. Buenos Aires (Le Corbusier. 1950)
              
A single man ("Un hombre soltero". T. Ford. 2009) en la Shaffer Residence. Los Ángeles (J. Lautner. 1949)
                 

Where the Truth Lies ("Donde la verdad se esconde". A. Egoyan. 2005) en la Case Study House 22 Los Ángeles (P. Koening. 1960) 

En otros casos desarrollarán la acción en edificios de total contemporaneidad, de lo que es un magnífico ejemplo Match Point, con escenas en la Tate Modern (Herzog & de Meuron, 2000), en el edificio de  oficinas Mary Axe (N. Foster. 2004) en el edificio de apartamentos Parliament View Apartments, todos ellos en Londres.

                   Match Point (W. Allen, 2005) en Parliament View Apartments. Londres (EPR Architects. 2001)


O incluso recreando esa imagen de modernidad arquitectónica con escenografías “construidas” en los estudios o en espacios naturales
.

Ghost Writer (“El escritor”. R. Polanski. 2010). Decorados interiores y falsa fachada de W. Knoll.

Este recorrido por arquitectónicos interiores domésticos se cierra (de momento) con Parásitos (B. Joon-ho. 2019), donde la lujosa vivienda de la familia Park es en realidad una suma de decorados, toda “una casa de cine”, mientras la de la familia Kim es tan real como las numerosas banjihas de Seúl, viviendas que ocupan sótanos no pensados para tal uso.

Parásitos (B. Joon-ho. 2019). Casas de los Park y los Kim.
                              

 
Aunque nos salgamos narrativamente del período de los 100 años, es obligado hacer, por breve que sea,  una referencia a los espacios interiores del futuro tal como nos los ha plasmado el cine.  

Como ejemplo dos películas de las que son deudoras muchas otras. Una, Aelita: Reina de Marte (Y. Protázanov.1924), con una estética entre futurista y constructivista poniendo en tensión oscuros y geométricos planos y otra, 2001: A Space Odissey (S. Kubrick.1968) en la que Kubrick con la colaboración de H. Lange, que había sido diseñador de la NASA, crearon un luminoso y aséptico lenguaje estético.

Aelita (Y. Protazánov. 1924) y 2001: A Space Odissey (S. Kubrick. 1968)
                          

Pero “100 años de …”  no es más que un título, y afortunadamente el cine y la arquitectura nos seguirán convocando para disfrutar de este juego de apariencias y realidades.