lunes, 26 de julio de 2021

Detroit. Esplendor, ruina y ¿recuperación? de una ciudad

 

La historia está llena de sonoros nombres de ciudades que fueron abandonadas o desaparecieron por la cólera de los dioses, por catástrofes de la naturaleza o directamente por la acción del  hombre.

El caso de Detroit (Michigan. EE. UU.) resulta llamativo tanto por lo relativamente reciente de su dramático declive como por las causas que lo motivaron.

En el transcurso de un siglo esta ciudad pasó de ser en 1913 el banco de pruebas de la política de producción automovilística de Henry Ford, con la instalación de la primera cadena de montaje a gran escala, a declararse en 2013 en bancarrota.

La confluencia de los tres gigantes del automóvil, Ford, General Motors y Chrysler atrajo a una importante población, gran parte inmigrante y de color, a la que se le ofrecía, por lo menos en apariencia, alcanzar el ”Sueño Americano”. En los años 50 Detroit era la 4ª ciudad de Estados Unidos en población y desarrollo y se le conocía como la Motor City.

Detroit en los años 40 (Fuente: Momentos del pasado)

La Ford Motors Company en Detroit (Fuente: Momentos del pasado)

El comienzo de la crisis del automóvil y el aumento de la segregación racial a finales de los años 60 terminó en fuertes tensiones sociales con muertes e incendios, lo que aceleró el éxodo de la población con recursos, la white flight (la fuga blanca), hacia los nuevos barrios suburbanos, con el consiguiente vaciamiento de gran parte de la ciudad.  

Unos años después la fotografía aérea mostraba un paisaje desolador, como si fuese una ciudad en guerra bombardeada, con numerosos edificios destruidos y solares vacíos.   

Detalle del centtro de la ciudad con las parcelas vacías en negro (Erasing Detroit de D. Hpffman y Google Earth)

Su realidad ha sido objeto del interés de sociólogos y economistas, pero también de fotógrafos que han difundido las imágenes de una ciudad que parecía el escenario de una distopía, incorporándola al llamado “turismo de ruinas modernas”.

Detroit Disassembled (A. Moore. 2010) y Lost Detroit (D. Austin y S. Doerr. 2010)


Uno de los primeros en sentir la atracción estética por el declive urbano y la arquitectura abandonada fue Stan Douglas, quien a finales de los años 90 fotografió dos de los edificios más emblemáticos de la ciudad, el Michigan Theatre, reconvertido desde 1977 en aparcamiento de coches y la Michigan Station Central, que se había cerrado en 1988.

Michigan Theatre convertido en aparcamiento (Foto: S, Douglas. 1999)


Pero la mirada de los fotógrafos abarcó todas las manifestaciones de la dramática desolación que se había extendido por la ciudad.

La crisis social y económica incidió directamente en las grandes fábricas de automóviles que cerraron arrastrando a las pequeñas industrias que habían crecido a su sombra, con el consiguiente aumento del paro.

Packard Automotive Plant (Foto: A. Duce)


Sin trabajo y sin expectativas de tenerlo numerosas familias se marcharon de la ciudad y calles enteras de viviendas se quedaron sin vecinos y con el tiempo sin edificios, con lo que gran parte del tejido residencial se transformó en tierra de nadie.

Transformación de  una manzana residencial. Alfred Street (1881-2011)

Y edificios de todo tipo, fuesen estaciones de ferrocarril o comercios, escuelas públicas o comisarías de policía fueron igualmente abandonados por las instituciones y particulares al perder su razón de ser social, mostrando en lugar de la actividad habitual sólo sus cristales rotos.

Michigan Central Station (Foto: Y. Marchand y R. Meffre. 2007)


Pero donde la percepción de pérdida se hace más patente es en las imágenes de sus interiores. Unos interiores que transmiten además de la sensación de abandono la terrible huella del saqueo, violentando el recuerdo de su uso.

Interior de una escuela (Foto: S. Doerr)
 
Consulta de un dentista y Habitación de Hotel (Fotos: Y. Marchand y R. Meffre)

En los últimos años voces resistentes a la situación actual postulan una actitud urbanística de “decrecimiento” de la ciudad con una nueva forma de ocuparla sobre la base de la diversificación económica y la sostenibilidad ambiental.

Una ciudad que entre otras iniciativas ha acuñado el nombre de “pradera urbana” para denominar los lugares anteriormente ocupados por edificios de viviendas y que quedaron vacíos, usándolos como huertas comunitarias, compensando así la falta de densidad vecinal con una actividad solidaria,productiva y sostenible.

Huertos ocupando una manzana en el centro de la ciudad (Fuente: Decrecimiento)


lunes, 19 de julio de 2021

Viaje al interior de una maqueta

 

Una maqueta, en términos arquitectónicos, es una representación a escala reducida de un proyecto que se pretende construir o de algo existente, utilizada en unos casos como elemento de trabajo proyectual, en otros como pedagógica recreación de la realidad.

En el primer sentido la maqueta debe tener el tamaño que permita analizar y resolver las dudas que soportes gráficos como el plano y la pantalla del ordenador no son capaces de reflejar con claridad, o poder explicar al cliente las características de la  solución adoptada.

En ocasiones la mirada del diseñador necesita penetrar en ella, recorrer y controlar su interior, atravesando sus paredes y situándose al otro lado de lo representado, como si fuese Alicia a través del espejo.

Por ello no debe extrañar que trabajando con el mismo concepto de la representación hayan coincidido directores de teatro, escenógrafos y arquitectos en el uso de recursos y actitudes.

Hace casi cien años, en 1928, el director de teatro V. Meyerhold y el artista El Lissitsky acometieron la transformación total del espacio escénico del Teatro Sohn de Moscú integrando escenario y auditorio para la representación de la obra ¡Quiero un niño! (S. M. Tretiakov. 1926)

En la fotografía, como si de un juego de escalas se tratase, la imagen de El Lissitsky retocando la maqueta parece la de un titiritero a punto de sacar sus marionetas a escena.

El Lissitsky en el interior de la maqueta para la representación de ¡Quiero un niño! (1929. Fuente: El kiosco teatral)
 
Maqueta realizada para la representación de ¡Quiero un niño! (1929. Fuente: El kiosco teatral)

En el año 1955 el arquitecto Eero Saarinen recibe el  encargo de proyectar la nueva Terminal de la Trans World Airlines en el  aeropuerto JFK de Nueva York. El TWA Flight Center fue inaugurado en 1962 y después de cuarenta años de actividad ha sido reformado recientemente formando parte del nuevo TWA Hotel.

Durante el desarrollo del proyecto el estudio del arquitecto realizó una maqueta de gran tamaño (a escala 1:50) para constatar la calidad del espacio interior por él proyectado.

En la fotografía Saarinen parece dejarse devorar por aquella, cuál capitán Ahab por su particular Moby Dick (H. Melville. 1851). A este símil contribuye sin duda el diseño orgánico del interior de la Terminal como si fuesen las entrañas de la ballena.

E. Saarinen introduciéndose en la maqueta del TWA Flight Center. NY ( Fuente Bloomberg. c. 1955)
 
Interior de la Terminal TWA Flight Center. Aeropuerto JFK. NY ( E. Saarinen 1955-62. Foto: B. Korab. 1964)

Hace una década se presentó en la capital de los Emiratos Árabes Unidos el proyecto del Museo del Louvre Abu Dhabi proyectado por Jean Nouvel, inaugurado en 2017.  

La mirada del fotógrafo captó esa aparentemente irreal escena con unos personajes, el  arquitecto y el Sheik Sultan bin Tahnoon Al Nahyan, que parecen víctimas de la obsesiva orden de la Reina de Corazones en Alice  in Wonderland (L. Carroll. 1865), mirando hacia el estrellado techo por el que se filtra la luz, elemento fundamental del Museo.

.J. Nouvel y el S. S. Bin Tahnoon Al Nahyanen en  la maqueta del Louvre Abu Dhabi  (Fuente:Abu Dhabi Toursim & Culture)

Recreación del interior del Museo Louvre Abu Dahbi (J. Nouvel. Fuente: afasia archzine)

Estas breves referencias a las maquetas de unas obras, teatral y arquitectónicas, de gran interés, y sus curiosas imágenes podrían entenderse como una “vuelta de tuerca” más al juego de la representación, tan consustancial a la arquitectura, y en el que no se sabe si las propias fotografías no responden a una representación más, la de sus protagonistas actuando.

lunes, 12 de julio de 2021

Construir con el pueblo. La obra de Hassan Fathy

 

Alejado de los focos y foros de difusión de la arquitectura moderna el arquitecto egipcio Hassan Fathy (1900-89) hizo de los sistemas constructivos tradicionales en su país y de sus cualidades expresivas el hilo conductor de su trabajo.

Mientras en los años 30 gran parte de la mejor arquitectura europea se declaraba  vanguardista, Hassan Fathy empezaba a modelar su obra con gruesos muros de adobe y bóvedas y cúpulas cerámicas.

En sus proyectos se funde el pasado (constructivo) y la apuesta por un futuro (social) materializándolos en una particular modernidad, que no fue así entendida por sus coetáneos que la tacharon de "pintoresca arabidad”.

En ellos destaca la claridad de su organización funcional, tanto en las viviendas unifamiliares como en los edificios comunitarios destinados a distintos usos, a partir de la repetición de un módulo constructivo y sus variantes.

La Hamed Said House, proyectada en 1942 en las afueras de El Cairo, se distribuye en torno a un patio en el que introduce la vegetación del entorno incorporando soluciones de ventilación y de control del soleamiento presentes en la arquitectura popular.

 

Planta e imagen interior de la Hamed Said House. Il-Marg, Cairo. 1942 (Foto: El-Bacha) 


La fábrica de cerámica de Garagos (Qina, 1950) principal soporte económico de la localidad, se configura como un pequeño organismo compuesto por pequeños y compactos edificios separados por “calles”, con un agradable espacio de acogida y un patio con los hornos al fondo. Los edificios a su vez, cada uno con su actividad, están construidos por muros y cubiertas dispuestos paralelamente.

Planta e imagen de la Fábrica de cerámica Garagos . Qina. 1950  (Fuente: Contribución al desarrollo. Docplayer)


Pero donde el dominio de los recursos funcionales, compositivos y plásticos se hace más evidente es en la construcción de dos nuevos asentamientos, New Gourna cerca de Luxor (1946-52) y New Baris en el desierto de Kharga (1965-67), ejemplos ambos de un acuerdo entre tradición y modernidad.  

En el primero las reticencias de la población afectada, a pesar de la intensa relación que estableció el arquitecto con los vecinos, y la desidia de los gestores administrativos hizo naufragar el proyecto, no construyéndose más que una pequeña parte del nuevo pueblo, afortunadamente la que comprendía varios edificios públicos.

No obstante la experiencia supuso la puesta en valor de una arquitectura con un claro lenguaje tradicional y unas soluciones constructivas y climáticas que se adelantaron a la tan reivindicada arquitectura sostenible.

Plan general  e imagen general de New Gourna. Luxor. 1946-52. (Fuente foto: Egypt Independent)


El propio Hassan Fathy explicó años después en su libro Gourna. A tale of two villages (El Cairo, 1969), posteriormente traducido por Construire avec le peuple o Architecture for the Poor (“Construir con el pueblo” o “Arquitectura para los pobres”), que el objetivo era ofrecer al humilde mundo rural, tradicionalmente olvidado de las políticas oficiales, un sistema para construir con dignidad sus viviendas aprovechando sus propios medios y tradiciones constructivas.  

Lámina explicativa de las viviendas de New Gourna. 1946-52 y Portada del libro Architecture for the Poor

En 1965 recibió un encargo similar, la creación del nuevo asentamiento New Baris, aprovechando el descubrimiento de una fuente de agua en el desierto de Kharga.

Se trataba de crear nuevos cultivos y resolver el almacenamiento de su producción en un lugar sometido a altísimas temperaturas, por lo que el aprovechamiento de la aireación natural para lograr un cierto enfriamiento era fundamental. 

El tejido urbano proyectado consistía en diversas manzanas de viviendas con sus calles orientadas según los vientos dominantes, que albergaban diferentes tipos de viviendas, resueltas a partir de unas piezas que se repetían con diversas variantes y patios individuales o compartidos, creando con escasos recursos unos expresiva arquitectura.   

Plan general y detalle de una manzana de viviendas de New Baris. Oasis de Kharga. 1965

Formalización de un grupo de viviendas. New Baris. 1965 (Foto: V. Bertini) 

Uno de los edificios más sobresalientes del conjunto es el Mercado con sus puestos y almacenes distribuidos alrededor de un patio y en cuya formalización cobra especial importancia el porche, la secuencia de bóvedas y el muro de “torres de vientos” o malqaf, que hacen circular el aire exterior por el subsuelo para enfriarlo.

Planta y Alzado del Mercado con el patio central y las tiendas y almacenes. New Baris. 1965

 
Sección y vista del Mercado con el muro captador de vientos. New Baris. 1965 (Fuente: El Agora Diario)

Una obra, compuesta de viviendas, escuelas y mezquitas, hecha de construcciones compactas que se entrelazan con porches y patios, ... 

Plano de la Escuela de Faris. 1956 y Mezquita Dar al-Islam. Nuevo México. EE. UU. 1980 (foto: A. N. Durkee. wikimedia commons)


... de cúpulas aisladas y bóvedas seriadas, ... 

 Imágenes de New Gourna y New Baris (Foto: V. Bertini)

... de potentes muros y frágiles celosías, ... 

Imágenes de New Baris, viviendas y tiendas-almacenes (Fotos: V. Bertini)

... de luces y penumbras, ... 

Imágenes de Akil Sami House. 1979 (Foto: Ch. Little) y New Baris (Foto: V. Bertini)

... continuando una larga tradición constructiva al servicio de una identidad, la árabe, con una clara voluntad social.

lunes, 5 de julio de 2021

La ciudad "ilustrada" en las portadas de The New Yorker


Hace casi 100 años que salió a la luz la revista The New Yorker (21 de enero de 1925) y desde el primer momento su portada, con una ilustración a toda página y su inmutable cabecera, se convirtió en una de sus señas de identidad.

Si bien la base de partida era ofrecer una imagen vinculada con la actualidad, la complicidad de los ilustradores y la dirección de la revista con la ciudad de Nueva York dio lugar a una frecuente presencia de ésta en sus portadas a través de variados puntos de vista y lenguajes gráficos.

En 1930 Theodore G. Haupt representaba su trazado urbanístico visto de noche desde un aeroplano y casi cincuenta años después Saul Steinberg ilustraba su famosa View of the World from 9th Avenue (1976), haciendo ambos autores hincapié en el mapa o territorio donde ocurren las cosas de la vida.


La ciudad como territorio. T. G. Haupt (Oct. 11, 1930) y S. Steinberg (Mar. 29, 1976)


A la par su emblemática silueta punteada por los rascacielos es contemplada por sus habitantes mientras transcurría la historia de la revista entre los dibujos de Carl Fornaro (1925) y Christoph Niemann (2020).

 

La silueta de la ciudad. C. Fornarp (March. 21, 1925) y Ch. Niemann (July 27, 2020)


A ella se añade la característica densidad de lo urbano, con su vibrante juego de muy distintos edificios representado en las imágenes planas de John Norment (1980) y de Kim deMarco (2007) o en las expresivas perspectivas de Roxie Munro (1982) y Frank Viva (2011).


La densidad de lo urbano. J. Norment (Jan. 28, 1980) y K. deMarco (Dec. 24 & 31, 2997)


La densidad de la ciudad. R. Munro (Feb. 1, 1982) y F. Viva (Jan, 31, 2011)

Densidad realzada por los efectos de la luz solar y sus sombras (Joost Swarte. 2007) o por la brillante iluminación nocturna que se refleja en el pavimento (Christoph Niemann. 2021).


Luces y sombras. J. Swarte (Aug. 20, 2007) y Ch. Niemann (Feb. 8, 2021)


Por sus calles fluye la vida cotidiana, utilizándola como un improvisado parque de juegos ilustrado por Ilonka Karasz (1938), o delimitando el carril Only Tourists que propone irónicamente Bruce McCall (2011) para controlar la presencia del turismo que invade la ciudad.


La calle, espacio social. I. Karasz (July 9, 1938) y B. McCall (Oct. 3, 2011)

A su vez entre las distintas ilustraciones de Witold Gordon (1944) y Mariscal (1993) se hace patente la transformación del espacio público con los consiguientes cambios de usos y actividades.


La calle, espacio de actividad. W. Gordon (Ñar. 18, 1944) y Mariscal (Nov. 15, 1993)

Sus portadas recogen también el orgullo por sus edificios más señalados, verdaderos iconos de la arquitectura moderna, como hacen Alan Dunn (1963) con la vista del New York Central Building (Warren & Wetmore. 1929) en primer término y el originalmente Pan Am Buildig (Emery Roth & Sons, P. Belluschi y W. Gropius. 1960-63) detrás, o Laura Jean Allen (1975) mostrando el deambular por el corredor interior del Gugenheim Museum (F. Ll. Wright. 1943-59).

Edificios icónicos. A. Dunn (Feb. 16, 1963) y L. J. Allen (Mar. 17, 1975)

Más desenfadadamente Bruce McCall (1995) recrea el Empire State Building (estudio W. F. Lamb. 1931) haciendo un guiño a la película King Kong (M. C. Cooper y E. B. Schoedsack. 1933) y Harry Bliss (2017) añadiendo en una de las ventanas del Flatiron Building (Daniel Burnham. 1902) la ropa tendida al aire como si fuese un doméstico edificio de barrio.

Jugando con los edificios. B. McCall (Jan. 23, 1995) y H. Bliss (April 17, 2017)

Imágenes que crearon nuevas historias a partir de obras artísticas precedentes. Eric Drooker (2020) trastocando la fotografía de Central Station (Hal Morey. c.1930) para reflejar el confinamiento durante la pandemia, mientras Owen Smith (2000) reutiliza el famoso cuadro Nigthawaks de Edward Hoper para ambientar un solitario fin de año.

 

Portada de E. Drooker (Mar. 30, 2020) y fotografía Central Station de H. Moroy (1939)

Portada de O. Smidt (Dec. 27, 1999 & Jan, 3. 2000) y Fragmento de Nightawaks de E. Hoper (1942)

En otros casos las portadas testimoniaron con la imagen de los edificios, el dolor por las víctimas del atentado contra las Twin Towers (M. Yamasaki. 1966-75), a través de los dibujos del matrimonio Art Spiegelman y Françoise Mouly (2001) y de Ana Juan (2011).

 

La ciudad de luto. A. Spiegelman y F. Mouly (Sept. 24, 2001) y A. Juan (Sept. 12, 2011)


Pero la dureza que se adjudica a las grandes metrópolis no ha impedido a los ilustradores de The New Yorker mostrar en numerosas portadas pequeñas y amables escenas cotidianas, como hacen Arthur Getz (1963) y Sempé (1993) y que hablan en palabras de este último de la “alegría de vivir en la ciudad”.


La alegría de vivir en la ciudad. J. J. Sempé (Sept. 20, 1993)