lunes, 15 de abril de 2019

La ciudad de la Pasión ________________________________________________________


Recientemente ha comenzado la llamada Semana Santa en el “mundo católico”, con centenares de fieles e infieles “penitentes” inundando nuestras ciudades en unas procesiones que cada vez tienen más de espectáculo pseudo-turístico.

Es tal el "ruido" que generan que resulta difícil sustraerse a la tentación de hacer una rápida referencia al importante papel de la ciudad de Jerusalén, la ciudad bíblica por antonomasia, en el imaginario de  la Pasión de Cristo.

La historia de la sociedad bajo influencia cristiana nos ha legado numerosos y magníficos testimonios artísticos de los sucesos que narran los últimos días de Jesús de Nazaret.

Pero no son tantos los que recurren a la presencia, próxima o lejana, de la ciudad para acompañar el relato. Seguramente la búsqueda del recogimiento y reflexión que debieran inspirar estos hechos resulta más adecuada de la mano de las figuras representadas por Diego Velázquez (1599-1660) o incluso por Francis Bacon (1909-92).

Cristo crucificado (D. Velázquez,, c.1632) y La Crucifixión (F. Bacon)

Por ello llama la atención la obra de aquellos artistas que, con las herramientas culturales y la fe de cada época, hacen presente la ciudad, más allá de una lejana silueta.

A principios del s. XIV, el maestro Duccio di Buoninsegna (c. 1255-c.1319) pinta como retablo para la catedral de Siena la Maestá (La Majestad. 1308-11). En la parte posterior de la misma, visible al no estar originalmente apoyada sobre un muro, representa 26 escenas de la Pasión de Cristo como si  tratase de contar la historia por viñetas.

Y si bien las protagonistas son las figuras, en la mayoría la arquitectura de pórticos, arcos y loggias está representada a través de sencillas perspectivas, utilizando una imaginativa solución para enlazar las escenas que van colocadas una encima de la otra.

La Maestá (Duccio di Buoninsegna, 1308-11)

Más de siglo y medio después, hacia 1470, Hans Memling (1440-1494) recibe el encargo de la acaudalada familia Portinari de pintar el cuadro “Escenas de la Pasión de Cristo”.

En este caso el cuadro es un absoluto continuum de escenas que se desarrollan en las calles de una particular Jerusalén, amurallada, de traza circular, renacentista en su ambiente, y en la que se reconocen las tipologías edificatorias de la época, más o menos fantaseadas.

La historia comienza arriba, a la izda, con la entrada de Jesús en Jerusalén, tiene su culmen después de recorrer la ciudad en la parte superior del cuadro con la crucifixión en la lejanía, para terminar en el centro a la derecha.

Escenas de la Pasión de Cristo (Hans Memling, c.1470)

Pasados unos días, la tensión contenida en los cuadros señalados desaparecerá, igual que lo harán los sones de los tambores, los brillos de las velas y los capuchones de los penitentes para que la ciudad vuelva a su auténtico espectáculo, el día a día.

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