Recientemente ha comenzado la llamada Semana Santa en el “mundo
católico”, con centenares de fieles e infieles “penitentes” inundando nuestras ciudades en unas procesiones que cada vez tienen más de espectáculo pseudo-turístico.
Es tal el "ruido" que generan que resulta difícil sustraerse a la tentación de hacer una rápida referencia al
importante papel de la ciudad de Jerusalén, la ciudad bíblica por antonomasia,
en el imaginario de la Pasión de Cristo.
La historia de la sociedad bajo influencia cristiana nos ha
legado numerosos y magníficos testimonios artísticos de los sucesos que narran
los últimos días de Jesús de Nazaret.
Pero no son tantos
los que recurren a la presencia, próxima o lejana, de la ciudad para acompañar
el relato. Seguramente la búsqueda del recogimiento y reflexión que debieran
inspirar estos hechos resulta más adecuada de la mano de las figuras representadas
por Diego Velázquez (1599-1660) o incluso por Francis Bacon (1909-92).
Cristo crucificado (D. Velázquez,, c.1632) y La Crucifixión (F. Bacon) |
Por ello llama la atención la obra de aquellos artistas que,
con las herramientas culturales y la fe de cada época, hacen presente la
ciudad, más allá de una lejana silueta.
A principios del s. XIV, el maestro Duccio di Buoninsegna (c.
1255-c.1319) pinta como retablo para la catedral de Siena la Maestá (La Majestad. 1308-11). En la parte posterior de la misma,
visible al no estar originalmente apoyada sobre un muro, representa 26 escenas de
la Pasión de Cristo como si tratase de
contar la historia por viñetas.
Y si bien las protagonistas son las figuras, en la mayoría
la arquitectura de pórticos, arcos y loggias
está representada a través de sencillas perspectivas, utilizando una
imaginativa solución para enlazar las escenas que van colocadas una encima de
la otra.
La Maestá (Duccio di Buoninsegna, 1308-11) |
Más de siglo y medio después, hacia 1470, Hans Memling
(1440-1494) recibe el encargo de la acaudalada familia Portinari de pintar el
cuadro “Escenas de la Pasión de Cristo”.
En este caso el cuadro es un absoluto continuum de escenas que
se desarrollan en las calles de una particular Jerusalén, amurallada, de traza circular, renacentista en su ambiente, y en la que se reconocen las tipologías
edificatorias de la época, más o menos fantaseadas.
La historia comienza arriba, a la izda, con la entrada de Jesús en Jerusalén, tiene su culmen después de recorrer la ciudad en la parte superior del cuadro con la crucifixión en la lejanía, para terminar en el centro a la derecha.
Escenas de la Pasión de Cristo (Hans Memling, c.1470) |
Pasados unos días, la tensión contenida en los cuadros
señalados desaparecerá, igual que lo harán los sones de los tambores, los
brillos de las velas y los capuchones de los penitentes para que la ciudad
vuelva a su auténtico espectáculo, el día a día.
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