lunes, 1 de abril de 2019

Una imagen vale más que ... _______________________________________________________

Pocas expresiones como la de “una imagen vale más que mil palabras” parecen tener más sentido que en la sociedad actual, tan dominada por el mundo de la representación en sus variadas escalas y tecnologías.

Y así nos olvidamos que en las sociedades primitivas, antes del desarrollo de un lenguaje y vocabulario estructurado, por ejemplo, la silueta de una mano impresa en negativo sobre la roca en las cuevas de Cantabria (España) o en las de la Patagonia (Argentina) cumplía el papel de transmitir deseos, implorar favores o expresar sentimientos.

Cueva de Altamira. Cantabria (Fuente: EFE) 

Pasaron siglos, culturas e imperios, y los testimonios gráficos alcanzaron una capacidad de síntesis y permanencia que han llegado hasta nuestros días. Unos sólo al alcance de un reducido grupo de gente ilustrada, otros destinados a la mayoría de una sociedad que no sabía leer ni escribir; todos ellos contribuyeron eficazmente a la comunicación social.

Y si bien habría torpes imágenes que a duras penas podían entenderse, en la mayoría de los casos predomina la simplicidad y lo obvio, pero también la sencillez y lo elaborado.

Desde las magníficas portadas románicas o góticas, verdaderos manuales al servicio de una rudimentaria fe, hasta la incorporación, a modo de detalle, de una imagen o de su repetición para componer la fachada de un edificio moderno hay un largo y brillante camino recorrido.

La fachada del Ospedale degli Innocenti de Florencia (F. Bruneleschi. 1419), promovido por el poderoso  Arte della Seta (Gremio de la Seda), constituye un sutil ejercicio de referencia al uso del edificio a través del trabajo realizado  por Andrea della Robbia (1499) en los tondos situados entre los arcos del pórtico.


Fachada y detalle del Hospital de los Inocentes. Florencia (Foto: J. M. León)

Las figuras de niños envueltos en pañales, realizadas en terracota esmaltada, fue el motivo elegido para poner de manifiesto el primitivo uso del edificio, acoger a los niños que se abandonaban a la puerta del mismo.

Bien diferente es el caso, cinco siglos después, del edificio de oficinas construido en 1997 por la Longaberger Basket  Company, para sede de sus oficinas en Ohio (EE. UU.)

Con el descaro que permiten las soluciones inmediatas, sin ningún pudor por la ausencia de la mínima reflexión arquitectónica un edificio de 7 plantas se presenta simulando una gigantesca cesta de lamas de madera. ¿Qué mejor imagen que ésta para una empresa que se dedicaba a la fabricación de, seguro que excelentes, cestas de madera de arce debieron pensar sus promotores  y los técnicos que diseñaron el edificio ? 

Edificio de la compañía Longaberger Basket. Ohio (Foro: A. Mc. Lean. Fuente: Longaberger Cía)

De forma más que esporádica, con más frecuencia de la deseable, aparecen en el panorama de nuestros entornos edificios absolutamente prescindibles, que por su configuración parecen responder al título del  artículo con otro título, “el sueño de la (sin)razón produce monstruos”.

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