lunes, 25 de noviembre de 2019

A través de la ventana



Un cuadro es como una ventana figurada que nos abre el artista a su mundo. Y en ese mundo, en ocasiones, el pintor representa otra ventana a través de la cual nos ofrece un fragmento del mundo que se supone que es de todos.

Así lo hicieron a lo largo del siglo XV los llamados “primitivos flamencos” desarrollando una obra artística, generalmente de contenido religioso, en la que aparecen ventanas o tribunas que a modo de fondo escénico introducen la vista de la ciudad o del paisaje en el cuadro.


Fragmento de la parte exterior del "Políptico de la Adoración del cordero místico· (H. y J. van Eyck, 1432)
                                          
Casi dos siglos más tarde J. Vermeer van Delft (1632-1675) producirá un cambio total en los motivos que pinta y especialmente en la valoración de la ventana y de lo que ella aporta (luz, sol, color, etc.).

Su presencia será de una absoluta discreción, apenas perceptible por su posición lateral, casi rasante a la mirada del espectador.
 
"Muchacha leyendo una carta" y "Mujer escribiendo una carta con su criada" (J. Vermeer, 1664 y 1670)

En pleno siglo XIX, la ventana ocupará un papel más importante hasta el punto de ser coprotagonista en numerosos cuadros, generando con su tratamiento sutiles y poéticas atmósferas.

En la obra de V. Hammershoi (1864-1916) y otros pintores del Romanticismo, la silenciosa presencia de la ventana dialoga con una figura femenina que parece mirar ensimismada a través de aquella o aprovechar su luz para leer en una reconcentrada actitud.

  
"Mujer en la ventana" (K. D. Friedrich, 1822) y "Dormitorio" (V. Hammershoi, 1890)
           
“Las  ventanas me han interesado siempre porque constituyen el paso entre el exterior y el interior” decía Matisse, y con la llegada de las vanguardias apreciaremos como se produce la incorporación del paisaje exterior al interior o como éste se prolonga en aquel, desdibujando los límites entre lo cercano y lo lejano.


"Mujer de espaldas a la ventana abierta" y "Naturaleza muerta con granadas" (H. Matisse, 1922 y 1947)

Por un lado, se mantendrá ese juego entre la presencia humana en una habitación y el rectángulo que se abre a la luz y al paisaje.


"Figura de perfil" (S. Dalí, 1925) y "Busto de mujer de perfil" o "Mujer escribiendo" (P. R. Picasso, 1932)

Por otro, la ventana tendrá un papel tan importante como el resto de los elementos pintados formando parte o protagonizando, desde la síntesis, las composiciones representadas.


"Ventanas simultáneas" (R. Delaunay, 1912) y "Composición Nº VI" (P. Mondrian, 1915)

Ambas miradas artísticas nos hablan en cualquier caso de la importancia de este elemento, que con su presencia contribuye de forma fundamental a definir la calidad y cualidad del espacio arquitectónico tanto el representado en el cuadro como el del propio recinto o habitación donde aquel se cuelga.

lunes, 18 de noviembre de 2019

Subir y bajar con A. Jacobsen



Podría parecer que la escalera por su evidente razón de ser, comunicar diferentes niveles  entre sí, es el elemento funcional que menos hay que explicar.

Pero a la vista de tantas maneras de resolver situaciones bien distintas, de las escaleras se puede hablar, o escribir, y mucho.

Y no sólo de sus trazados, construcción o tamaños también, y especialmente, de los espacios creados para alojarlas, ya que aquellas y estos no serían los mismos sin la presencia del otro.

La obra del arquitecto danés Arne Jacobsen (1902-1971) es un buen exponente de este interés proyectual.

En el Ayuntamiento de la ciudad de Aarhus, realizado en colaboración con Erick Moller e inaugurado en 1941 su doble carácter, como sede del gobierno municipal por un lado y de la gestión social y administrativa del día a día por otro, se resuelve con dos espacios distribuidores sensiblemente diferentes con sus correspondientes escaleras.

Un diáfano vestíbulo recibe al visitante ofreciéndole visualmente dos recorridos inmediatos, descender desde la planta baja a través de la escalera circular que recorta el pavimento, permitiendo que la luz penetre en el distribuidor inferior, o utilizar la escalera recta, de un solo tramo, que accede a la galería superior donde se ubica la Sala de Plenos y otras dependencias públicas.

Escalera en vestíbulo. Ayuntamiento Aarhus. Dinamarca (1941, A. Jacobsen y E. Moller)
La relación entre ambas escaleras supera el papel estrictamente funcional de las mismas, produciendo un diálogo entre dos piezas, casi escultóricas, una construida y otra vaciada en el sólido plano horizontal.

Planta baja. Ayuntamiento de Aarhus. Dinamarca (1941, A. Jacobsen y E. Moller)

El Banco Nacional de  Dinamarca en Copenhague (realizado en dos fases entre 1965 y 1978) es una obra que Jacobsen sólo llegó a ver terminada su primera fase (1971), concluyéndola años después, siguiendo su proyecto, sus colaboradores y socios H. Dissing y O. Weitling.

Desde su discreta entrada, situada en la fachada que da al paseo marítimo Havnegade, se accede a un espacioso vestíbulo de planta trapezoidal, de casi 20 metros de altura  libre, al fondo del cual se dispone una escalera sutilmente suspendida de la estructura del techo, dando acceso por sus rellanos a cinco plantas de oficinas elevadas.

Vestíbulo y escalera. Banco Nacional de Dinamarca. Copenhague (1965-78, A. Jacobsen, H. Dissing y O. Weitling)

La manera en cómo ésta se “apoya” en el pavimento, el cómo se dibuja en toda su altura reproduciendo el perfil quebrado de los peldaños, la utilización de vidrio como barandilla junto con la, casi inapreciable, estructura sustentante conforman una gran y ligera escultura que se confronta al singular y vacío espacio del vestíbulo. 

Detalle escalera del Ayuntamiento de Rodovre similar a la del Banco. Dinamarca (1952-56, A. Jacobsen)

El interés por cualificar la presencia de las escaleras en estos dos edificios de Arne Jacobsen, preocupación común en la obra de muchos otros arquitectos a lo largo de los siglos da lugar a un rico repertorio de soluciones, que constituyen, de alguna manera una particular historia de la Arquitectura, que se entiende subiendo y bajando sus escaleras.

lunes, 11 de noviembre de 2019

LOS ANGELES NOVEMBER, 2019




Así comienza la película Blade Runner (1982. R. Scott, basada en la novela de Ph. K. Dick).   

Mucho y muy bien se ha escrito sobre ella, pero era difícil sustraerse a la tentación de celebrar arquitectónicamente la llegada de la anunciada “fecha”.

La película dirigida por Ridley Scott nos presenta una extensa e intensa ciudad de Los Ángeles, formada por un conglomerado de rascacielos y chimeneas que intermitentemente escupen fuego, cubierta por una oscura y lluviosa contaminación, sólo rota por la permanente publicidad luminosa, y habitada por una variopinta sociedad multiétnica.

Comienzo de la película (Fuente: Warner Bross. vía iwdrm)

Una ciudad que nos avanza un futuro distópico, inhóspito y deprimente, y que agotada en su desarrollo anuncia en grandes pantallas “… Una nueva vida le espera en las colonias espaciales. Podrá volver a empezar en una tierra dorada llena de oportunidades y aventuras ….

Una ciudad hecha en realidad de dioramas y maquetas, pero también de numerosos fragmentos arquitectónicos de un pasado no tan lejano que le da un aire retrofuturista.

Construcción de la maqueta del Los Ángeles de 2019

El diseño de los edificios de la Tyrell Corporation, que aparecen al comienzo de la película, se ha interpretado como una referencia a las pirámides, símbolo del poder, pero cuando aquella se filma las propuestas de los “metabolistas” japoneses o italianos de las décadas de los 60 y 70, como Kenzo Tange (1913-2005), Paolo Soleri (1919-2013) o del estudio inglés Archigram, ya estaban en las revistas de arquitectura y en los debates sobre el urbanismo del futuro.

R. Scott y la maqueta de  uno de los edificios de la Tyrell Corporation.

Terrace Housing Project. Boston Harbor (años 70. Kenzo Tange)

La Comisaría de Policía de ese Los Ángeles que vemos desde lo alto hace, sin duda, un guiño al edificio art decó que representa la Nueva Torre de Babel de la película Metrópolis (1927, F. Lang con guión de Thea von Harbou), mientras que para el interior de aquella se utiliza con total naturalidad la imagen de la Union Station (1939, J. y D. Parkinson) de Los Ángeles.

Edificio de la Comisaría de Policía en Blade Runner.

La Nueva Torre de Babel en Metrópolis.(dibujo de Erich K. H. Kettelhut, director artístico  y diseñador de Metrópolis)

El apartamento del blade runner (policía cazarrecompensas) Rick Deckard toma prestadas de la Ennis House (1924, Los Ángeles) de F. Ll. Wright (1867-1959) las piezas geométricas de  inspiración precolombina que configuran formalmente el edificio real para utilizarlas como revestimiento de los interiores del apartamento recreado.


Interior del apartamento de Rick Deckard en Blade Runner.
Interior de la  Ennis House. Los Ángeles (1924. F. Ll. Wright)

Pero la referencia más presente en la película corresponde al Bradbury Building en Los Ángeles (1893, obra de G. H. Wyman) a partir del proyecto de S. Hunt y que se utiliza para ubicar en él la vivienda del personaje JF Sebastian y desarrollar por la fachada y la azotea la persecución y escena final.

El edificio es un ejemplo de la arquitectura de ladrillo de finales del s. XIX en los EE. UU. destinada a oficinas, en el que conviven nuevos planteamientos constructivos con una imagen clasicista.

Su interés arquitectónico radica principalmente en el gran patio central con su cubierta acristalada y al que se abren las ligeras galerías de acceso a las plantas y los núcleos de escaleras y ascensores.


Sección por el patio central del Bradbury Building. Los Ángeles (1893. G. H. Whyman y S. Hunt) 

Escena de la película Blade Runner en el corredor del Bradbury Building.

Y así lo entendió el equipo de R. Scott, en el que participaba el diseñador Syd Mead, que desarrolló un espléndido trabajo en el tratamiento cinematográfico de la arquitectura.

La incorporación de la densa atmósfera que invade desde la calle el interior del edificio o la reinterpretación de diversos elementos arquitectónicos de las fachadas y azoteas del edificio y colindantes, acentuando su dramatismo son dos magníficos ejemplos de ese amplio terreno compartido por la realidad y la ficción, la ciudad y la arquitectura. 


La llegada a un The Bradbury, a la izquierda de la imagen, transformado en la película.

La persecución final por la fachada y azotea del Bradbury Building "cargado" de columnas, cornisas y molduras. 

Y mientras la vida sigue, en pocos años nos asomaremos al 2.026, el año en el que se ambienta la narración de la película Metrópolis, realizada un siglo antes. 





lunes, 4 de noviembre de 2019

El color en la ciudad: Ciudad de Méjico y Copenhague


No es habitual la presencia del color en nuestras ciudades, más allá de alguna llamativa fachada por su atrevido cromatismo o de un conjunto fruto de una política de embellecimiento.

Desde la arquitectura clásica y a lo largo de la historia, el color ha sido un elemento fundamental en la caracterización expresiva de aquella. Lamentablemente nos han llegado escasos testimonios, a veces simples restos desvaídos, de lo que fueron. No obstante en numerosos edificios de las últimas décadas se ha recuperado el interés y la atención por el tratamiento colorista en sus fachadas, utilizando tanto soluciones tradicionales como las posibilidades que ofrecen nuevos materiales y técnicas.

En cualquier caso estos edificios no dejan de ser aislados hitos brillantes y luminosos, en medio de la suave atonía ciudadana.

Por eso resulta sorprendente cuando te encuentras inmerso en un espacio urbano en el que el color es el protagonista,  imprevisto o planificado.

Imprevisto, no en el sentido de falta de previsión, sino en el de ausencia de un plan preconcebido, como es el caso de los tianguis (mercados callejeros) de la ciudad de Méjico y de otros muchos lugares, desarrollados a lo largo de sus calles y que se montan y desmontan constantemente.

Tianguis de la Colonia  San Felipe de Jesús. Cudad de Méjico. (Fuente: mxcity)

En ellos, previendo la posibilidad de lluvia o para atenuar los rigores del sol, cada puesto despliega sus toldos y lonas creando un ligero techo compuesto de coloristas retales que cubre toda la calle. El paso tamizado de la luz genera una particular atmósfera que transforma el espacio público atrayendo la atención hacia el techo, como sino existiese el suelo.

Ciudad de Méjico (Fuente: mxcity. Foto:Geoogle Street View
Interior Tianguis Ciudad de Méjico

En uno de los barrios de Copenhague, el diseño del parque Superkilen, obra de los arquitectos Bjarke Ingels Group (BIG), junto con el estudio Popoket 1 y el colectivo Superflex, convirtió con la ayuda del color un desangelado espacio en un amable y vivo lugar para disfrute de los vecinos en 2012.

Vista aérea del Parque Superkilen. Copenhague. (2012. BIG + Popoket 1 + Superflex). (foto D. Luft)

La continuidad del tratamiento que cubre todo el pavimento, a base de múltiples fragmentos en diversos tonos cálidos, que incluso sube por algunas de las paredes de los edificios que lo delimitan, produce la sensación de transitar por un complejo espacio, construido virtualmente sobre un vibrante plano, cuyo techo es el propio cielo.

El pavimento continuo hecho de fragmentos de colores. (Foto: I. Baan)
Parque Superkilen. Copenhague. (Foto: I. Baan)

Así ambos espacios se configuran, con muy diferentes calidades y cualidades, como difusas "construcciones" monumentales que atraen nuestra atención hacia su luminoso techo o hacia su colorista suelo.