lunes, 15 de junio de 2020

Visita al museo


Los museos son unos magníficos lugares para ejercitar la mirada.

Y no sólo porque el objetivo de nuestra visita sea “ver” lo expuesto. También porque a la vez que somos vistos por los protagonistas de las obras de arte, lo somos también por quienes deambulan por sus salas y nos miran igual que nosotros les miramos a ellos.

Es habitual encontrar en los grandes museos a decenas de personas tratando, no de ver sino, de fotografiar una obra maestra (parece que no se acuerdan que internet está lleno de magníficas imágenes), pero es menos normal ver una fotografía en la que aparezcamos los visitantes captados en el momento de contemplar un cuadro desde la posición de éste, como ocurre en el trabajo de Thomas Struth. 

Fragmentos de "Ante la Gioconda" (Museo del Louvre) y de la serie "Museos" (Th. Struth. 1998-2004)

Cuando observamos una obra no somos conscientes de la intensidad y curiosidad de nuestra mirada, y otra mirada -la del fotógrafo- nos la hace presente.


Jacques Tati in the Sculpture Garden of the Mo.Ma. (Y. Joel. 1958). y Little boy looking at a work of Miró (S. Weiss. 1975)

Y así se van creando situaciones que no sabemos si fueron preparadas o son fruto de la paciencia del fotógrafo o de la casualidad del momento, porque todo es posible. 

"Museo del Prado" Madrid (E. Erwitt. 1995)

Personajes que parecen recién salidos de un cuadro y que componen con aquel un nuevo cuadro (fotográfico).  A. Freeberg, autor de la serie  Guardians of Russian Arts Musseums decía que “cuando miras las pinturas, la presencia de estas mujeres se convierte en una parte inherente de otra forma de ver la obra de arte”. 
          
Kugach's Before the Dance. Galería Estatal Tretyakov. Moscú (A. Freeberg 2008)

Los contrastes entre la indumentaria de los visitantes y la de los personajes representados propicia con frecuencia un juego fotográfico y de pensamientos del tipo ¡qué belleza! dirían unos y ¡qué pintas! pensarían las otras. 

Looking at Matisse (L. Dahl-Wolfe. 1939)
  
En otros casos, la contemplación de un cuadro crea un inconsciente diálogo corporal entre la obra y los espectadores, como si la tensión contenida en aquel se transmitiese a estos.

Musée Royal des Beaux-Arts. Bruselas (J. Vink. 1974)

O se dan absurdas situaciones como la que refleja el interés por saber que pone la pequeña cartulina ante la ausencia del cuadro, mientras a las obras colindantes nadie les dedica su atención. 

Palais de Versailles.  (E. Erwitt. 1975) 
   
Y luego está el museo que no vemos ni veremos la mayoría. El museo que queda en manos del personal de mantenimiento, reflejado como una tarea habitual en la película How to Steal a Million ("Cómo robar un millón". W. Wyler. 1966) o en el silencioso momento captado por F. Henle. 


Night in the Museum of Modern Art. New York (F. Henle.1949)

O todavía más, cuando los museos cierran sus puertas y el silencio invade el espacio ocupado anteriormente por los visitantes. Esos silenciosos museos de cuya existencia nos han informado estos últimos meses, pero que afortunadamente ya están recobrando el pálpito del día a día.


El Museo del Prado durante el confinamiento (Fuente: El Confidencial)


10 comentarios:

  1. Muy interesante. La vida, anterior y origen del arte sigue interactuando con su creación para seguir inspirando más "motivos" a mirar. Yo cuando restauré en la Alhambra, la viví muchas noches en privado. Qué no hice yo en la torre de comares, o el jardín de la sultana...
    Maite S.

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  2. !Que tiempos aquellos en los que podias estar ante la Gioconda o la Pieta de M.A sola!

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    1. Yo nos lo conocí, pero se los he oído narrar a los sabios del lugar. Aunque todavía te encuentras momentos de esos en pequeños museos aunque no sea ante tan grandes obras.

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  3. Que bueno J Miguel
    Que mirada tan renovadora y fresca
    Que bien traídas las fotos
    Un abrazo y gracias !!!

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  4. Gracias Javier la mirada y las fotos las de los fotógrafos a los que he tomado prestado su trabajo. Yo sólo he hecho poco más que abrirles la puerta del cuento.

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  5. Siempre disfruto recorriendo las páginas de tu blog q con tu expresión acogedora y rica infirmacion grafica q nos conduce por los escenarios de la vida y el arte.







    En esta ocasión, de las relaciones y comportamiento q establecemos los visitantes.
    Los museos me han seducido con sus maravillosas representaciones y he búscado siempre q he podido ese momento de intimidad en el que se me ha revelado su belleza, perfeccion,y la historia de nuestras civilizaciones.
    Me siento feliz, evocando una visita en el final del día hace ya algunos años, en las salas del Louvre, contemplando admirada las maravillas de Mesopotamia, sintiendo el tiempo detenido,rescatando con el ejercicio de la memoria el pasado de los grandes Imperios.
    No me gustan las visitas haciendo cola, tratando de encontrar un ángulo para poder contemplar el cuadro, presionada por brazos , cabezas y conversaciones .
    El museo debería ser un templo sacroprofano

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  6. Lo es sin duda, Pilar. Recuerdo la analogía que un profesor de Estética establecía con un joyero ligeramente abierto que insinúa su contenido, pero que hasta que no lo abres totalmente no desvela su hermoso contenido.

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  7. En definitiva vivir para ver. Cada cuadro de un museo es como una pequeña o gran ventana desde donde poder observar la realidad de la vida, por eso nos sorprende tanto y somos otro cuando cuando la observamos.Refrescante mirada la tuya.

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  8. Gracias Pablo. El mérito de los fotógrafos. Lo mío y lo de todos que compartimos este blog, curiosidad, que no es poc. o

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