¿Quién no ha sentido el placer de descansar al lado del curso
de un riachuelo, de sentir la tranquilidad de las aguas de un estanque o de
dejarse llevar por el constante murmullo de un manantial?
Desde las primeras sociedades claramente urbanas se incorporaron
estas sensaciones en la arquitectura a través de los jardines y patios privados.
La civilización romana primero y la árabe y japonesa posteriormente
construyeron por doquier magníficos ejemplos que sirvieron de inspiración para
muchos arquitectos modernos.
En pleno siglo XX dos grandes arquitectos, muy diferentes en
sus planteamientos y obras, Luis Barragán (Guadalajara, México, 1902-88) y
Carlo Scarpa (Venecia. Italia, 1906-78) utilizaron el agua como un elemento más
en la construcción de sus obras.
Mientras el primero estuvo influenciado por las
albercas mexicanas y los jardines andalusíes, el segundo encontró la motivación en la ciudad en la que nació y en su querencia por lo oriental.
Luis Barragán, arquitecto de planos y volúmenes, de luces y colores, hace del agua parte de todo ello,
definiendo sus tersas láminas que dotan de profundidad a sus arquitecturas. En las Colonias "Las Arboledas" (1958-63) y "Los Clubes" (1961-72), destinadas a amantes de la equitación, proyecta grandes estanques para el refresco de los animales (su profundidad está pensada, en palabras del arquitecto, "... para que al pasar el caballo, le llegara el agua a la panza"), componiéndolos formalmente con limpios muros de vivos colores.
Fuente del Bebedero en "Las Arboledas" y alberca en "Los Clubes". Aizapán. Ciudad de México (Fuente: Barragan Foundation) |
La Fuente de los Amantes (1964) situada en “Los Clubes” se
resuelve con una composición espacial, casi neoplástica, formada por gruesos
muros de fábrica, que forman un pórtico de planos cruzados, por uno de los
cuales discurre un canal con gárgola, y la propia superficie del agua.
Fuente de los Amantes. Fraccionamiento "Los Clubes". Atizapán. Ciudad de México (L. Barragán. 1964-69) |
Con un carácter estrictamente privado, en las Casas Gálvez
(1955) y Gilardi (1976), la presencia del agua transmite una agradable
sensación de serenidad. En el primer caso un pequeño estanque, casi encerrado entre
altos muros de color rosa, se abre a la entrada de la vivienda, produciendo a
lo largo del día un variado mural de cambiante geometría.
El patio lateral a la entrada de la Casa Gálvez. Ciudad de México (L. Barragán, 1955) (Fuente: y Barragan Foundation) |
En la segunda, “la alberca”, solicitada por los propietarios, ocupa un lugar privilegiado, compartiendo espacio con la sala comedor abierta al
patio central de la casa. Su cuidado tratamiento con la introducción de un muro
laminar, la utilización de colores contrastados y la tamizada entrada de luz
cenital, que en ciertos momentos dibuja un rayo de sol, hacen de la presencia del agua un espacio
dentro de otro creando una singular atmósfera.
La alberca en la sala comedor de la Casa Gilardi. Ciudad de México (L. Barragán, 1976. Fuente:Iluminet) |
Por su parte C. Scarpa, arquitecto del detalle, en la conferencia pronunciada en
Madrid en 1978 con el título “Mil cipreses” explicaba “A mí me gusta mucho el agua, quizás porque
soy veneciano…” y en sus obras se
aprecia su modelado como si fuese un ceramista o un escultor poniéndola en
relación con su rica arquitectura.
En la reforma parcial y ajardinamiento del palacio sede de la
Fundación Querini-Stampalia (1961-63) el eje longitudinal que atraviesa la sala
de exposiciones pone en relación los dos espacios en los que el agua tiene
protagonismo, il Portego de acceso en
barca y el jardín posterior.
En el primero no introduce propiamente el agua, sino que
inteligentemente permite su entrada en épocas de aqua alta, creándole un recorrido al separar las nuevas plataformas
y peldaños de los muros del edificio.
La entrada a la Fundación Querini-Stampalia desde el Canal, Venecia (C. Scarpa. 1961-63) (Fotos: The rumbling y A.van Dieboet) |
En el jardín, C. Scarpa despliega su geométrico lenguaje
encadenando con un canal lineal un estanque de nenúfares, una pila en la que
hace girar al agua, una pileta con un recorrido laberíntico y otros elementos,
generando un sugerente recorrido visual y sonoro.
El agua en el jardín de la Fundación Querini-Stampalia, Venecia (C. Scarpa. 1961-63) |
Bien diferente es su actitud en el Monumento a
la Partisana (1964-68). Aquí el arquitecto se apodera de un pedazo de la
orilladle la Laguna de Venecia, haciendo que el agua recorra el laberinto que
dejan entre sí las 83 piezas de piedra y hormigón sobre las que yace la
escultura de A. Murer, que es periódicamente cubierta por las aguas.
Monumento a la Partisana. Venecia (C. Scarpa arqto y A, Murer escultor. 1964-68) (Fotos: T. Nemeskeri e Isever Venezia) |
Por último, en el Complejo funerario para la familia Brion
(1969-78) anexo al Cementerio de San Vito d´Altivole (Treviso) desarrolla,
íntimamente ligado a una poética arquitectura de hormigón, un camino de agua
evocador de la propia vida.
El
agua pone en relación las tres piezas fundamentales del conjunto a través de un
fragmentado canal que rodea y protege el Pabellón de Meditación y la Capilla,
dejando el ámbito de la Tumba sin agua como expresión del poder de la muerte
sobre a la vida.
Los estanques del Pabellón de Meditación y de la Capilla. Complejo funerario para la familia Brion. Treviso (C. Scarpa. 1969-78) |
Qué inspirador. Y hacer las canalizaciones y tuberias del agua corriente limpia, transparentes y visibles en casas y espacios urbanos?. Siempre he soñado con ello.
ResponderEliminarMaite S.
Dos arquitectos q hacen del agua un elemento constructivo con funciones y habilidades arquitectónicas tan ricas y sugerentes. Todo un placer para los sentidos. Que atrevidos y luminosos coloridos; que sensaciones de calma y serenidad.Me ha encantado edte viaje a dos continentes hermanada. Gracias dilettante y esforzado arquitecto. P.M.L
ResponderEliminarGracias a tí, asidua compañera de La ciudad visitada.
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