La
historia está llena de sonoros nombres de ciudades que fueron abandonadas o desaparecieron
por la cólera de los dioses, por catástrofes de la naturaleza o directamente por
la acción del hombre.
El
caso de Detroit (Michigan. EE. UU.) resulta llamativo tanto por lo
relativamente reciente de su dramático declive como por las causas que lo
motivaron.
En el
transcurso de un siglo esta ciudad pasó de ser en 1913 el banco de pruebas de
la política de producción automovilística de Henry Ford, con la instalación de
la primera cadena de montaje a gran escala, a declararse en 2013 en bancarrota.
La confluencia de los tres gigantes del
automóvil, Ford, General Motors y Chrysler atrajo a una importante población,
gran parte inmigrante y de color, a la que se le ofrecía, por lo menos en
apariencia, alcanzar el ”Sueño Americano”. En los años 50 Detroit era la 4ª
ciudad de Estados Unidos en población y desarrollo y se le conocía como la Motor City.
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Detroit en los años 40 (Fuente: Momentos del pasado) |
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La Ford Motors Company en Detroit (Fuente: Momentos del pasado) |
El comienzo de la crisis del automóvil y el
aumento de la segregación racial a finales de los años 60 terminó en fuertes tensiones
sociales con muertes e incendios, lo que aceleró el éxodo de la población con
recursos, la white flight (la
fuga blanca), hacia los nuevos barrios suburbanos, con el consiguiente
vaciamiento de gran parte de la ciudad.
Unos años después la fotografía aérea mostraba un
paisaje desolador, como si fuese una ciudad en guerra bombardeada, con
numerosos edificios destruidos y solares vacíos.
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Detalle del centtro de la ciudad con las parcelas vacías en negro (Erasing Detroit de D. Hpffman y Google Earth) |
Su realidad ha sido objeto del interés de sociólogos y economistas, pero también de fotógrafos que han difundido las imágenes de una ciudad que parecía el escenario de una distopía, incorporándola al llamado “turismo de ruinas modernas”.
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Detroit Disassembled (A. Moore. 2010) y Lost Detroit (D. Austin y S. Doerr. 2010) |
Uno de los primeros en sentir la atracción estética por el declive urbano y la arquitectura abandonada fue Stan Douglas, quien a finales de los años 90 fotografió dos de los edificios más emblemáticos de la ciudad, el Michigan Theatre, reconvertido desde 1977 en aparcamiento de coches y la Michigan Station Central, que se había cerrado en 1988.
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Michigan Theatre convertido en aparcamiento (Foto: S, Douglas. 1999) |
La crisis social y económica incidió directamente
en las grandes fábricas de automóviles que cerraron arrastrando a las pequeñas
industrias que habían crecido a su sombra, con el consiguiente aumento del
paro.
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Packard Automotive Plant (Foto: A. Duce) |
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Transformación de una manzana residencial. Alfred Street (1881-2011) |
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Interior de una escuela (Foto: S. Doerr) |
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Consulta de un dentista y Habitación de Hotel (Fotos: Y. Marchand y R. Meffre) |
En los
últimos años voces resistentes a la situación actual postulan una actitud
urbanística de “decrecimiento” de la ciudad con una nueva forma de ocuparla sobre
la base de la diversificación económica y la sostenibilidad ambiental.
Una
ciudad que entre otras iniciativas ha acuñado el nombre
de “pradera urbana” para denominar los lugares anteriormente ocupados por
edificios de viviendas y que quedaron vacíos, usándolos como huertas comunitarias, compensando así la
falta de densidad vecinal con una actividad solidaria,productiva y sostenible.
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Huertos ocupando una manzana en el centro de la ciudad (Fuente: Decrecimiento) |