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lunes, 8 de enero de 2018

Superposiciones

La ciudad, cualquier ciudad, es como un libro abierto a poco que se le preste la atención que se merece.

En ella, en cualquier rincón de sus edificios, se percibe la acumulación de hechos significativos, tradiciones y signos que corresponden a diversos momentos de su historia y uso, lejanos o recientes, que se muestran superpuestos por capas, como si quien llegase más tarde no tuviese otro sitio mejor para dejar su huella que tapando las de épocas anteriores.

Roma. (J.M.L. 2012)

Por ello  llama doblemente la atención cuando esto se produce dentro de la “familia”, cuando los unos y los otros pertenecen a las mismas ideas, y el resultado, como en el caso  de estas iglesias en Roma y Verona, es fruto de la más pura desidia o ignorancia.

En el primer caso, como representación del poder de la  “doctrina”, el sacramento de la confesión, se superpone sobre el recuerdo de quien allí fue enterrado, que algún mérito tendría, como mínimo el de ser rico y poder permitirse un enterramiento de calidad.

Verona  (J.M.L. 2009)
En el segundo, el motivo más parece responder al desprecio de una “culta” forma de expresión artística sobre la ingenua pintura que representa la ofrenda de un templo en la mano del oferente, privándonos de conocer la imagen completa de esa donación.

Sin duda el personaje al que se loa en la lápida, enmarcada entre pilastras corintias, debió gozar de un reconocimiento superior que el donante que quedó oculto bajo los mármoles. 

Quizás quienes persiguen que su memoria perdure a lo largo del tiempo debieran recordar más la  frase "sic transit gloria mundi" y confiar menos en las promesas de los suyos.