Desde sus orígenes, el ser humano se ha guiado por el ciclo,
constante y cambiante, del sol y la luna. La luz y la oscuridad. La vida y la
muerte. Renacer para volver a morir. Y así constantemente.
Estela de Ur-Namu. Fragmento (III mil a.C. Museo Pennsylvania) |
Por ello no es de extrañar que cada cultura haya ilustrado
de una u otra forma este misterioso “continuum”, estableciendo incluso
diferentes significados y categorías en cada una de sus representaciones, en las que el sol y la luna aparecen complementándose, como si no se pudiese entender uno sin la otra.
Crucifixión. Fragmento (Pesselino c.1450) |
Ayuntamiento Estocolmo (J.M.L.) |
Sutilmente
dibujadas en la fachada sur de la esbelta torre que avanza hacia el lago Mälaren, las imágenes del sol y la luna, apenas se hacen visibles dentro de la densa
textura de la fábrica de ladrillo rojo que conforma todo el edificio.
Su presencia, se podría creer, es un recuerdo que sólo perciben los más observadores de la vinculación de tan representativo edificio con el acontecer cotidiano, y repetitivo, de la vida de la ciudad.
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