William Shakespeare nunca estuvo en Verona.
Pero a partir de difundirse su “Romeo y Julieta” (1597), la ciudad fue montando un especial
imaginario al servicio de la leyenda y del turismo, utilizando un antiguo Palacio señorial, “tuneado” con pintorescos balcones añadidos en el siglo XX, para hacer
“realidad” el texto de Shakespeare.
Verona (Foto J.M.L.) |
Pero mucho más interesante que el edificio, que su mobiliario o cuadros, lo constituye su zaguán-pasaje de entrada, en cuyas paredes cientos de
mensajes sobre papel o directamente escritos sobre las mismas forman un tupido mural
de amor, en el que se recortan las pantallas con dos auriculares (todo está
pensado para románticas parejas) a través de los cuales te explican, en
variados idiomas, la trágica historia de los enamorados.
Verona. (Foto J.M.L.) |
Pero muy cerca de allí, en uno de los muros que canalizan el río Adigio formando un paseo de borde, el Lungadige Re Teodorico, ajeno a ese cúmulo de insulsas declaraciones amorosas, alguien, seguro que profundamente enamorado y con mucho mérito por lo arriesgado de su labor, demandaba una respuesta a su cariñosa pregunta, "Ti vedo scritta su tutti i muri ... E´la mia morosetta?
La ciudad se convierte así en soporte no sólo de
actividades productivas o de ratos de esparcimiento. Se hace también cómplice del amor
de sus gentes.
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