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lunes, 3 de diciembre de 2018

La huella del pasado ________________________________________________________

Siempre me ha parecido muy grata la experiencia de, al recorrer una ciudad, percibir el eco de su historia en el trazado de sus calles o en los edificios que contienen restos de su pasado.

Detalles de muros. Roma y Pisa (Fotos: J. M. León)

El reconocimiento de estas situaciones nos confiere la doble condición de ciudadanos del presente y herederos del pasado.

El caso de la ciudad de Lucca es paradigmático con la presencia, entre otros magníficos testimonios urbanos, del antiguo Anfiteatro romano (s. II dC). 

Esquema tipología parcelaria actual (Fuente:L. Moranta Jaume)

El anfiteatro de Lucca inserto en la trama urbana (Fuente: M. Fernández y J. Gifreu. Google mapas)

Su estructura tipológica tuvo tal potencia que condicionó las sucesivas transformaciones, fundamentalmente motivadas por su reutilización residencial, dentro de los límites de la propia construcción.


Via y Piazza dell´ Anfiteatro (Fotos: J. M. León)

En el recorrido por las calles que lo rodean, se aprecian restos de muros originales, y te depara la sorpresa de poder acceder a su interior, la Piazza dell'Anfiteatro, y sentir todavía el espacio que fue.

El caso de Florencia es diferente. Su antiguo Anfiteatro (también del s. II dC) fue absolutamente colmatado por el uso residencial y seccionado por la apertura de dos nuevas calles, aunque su distribución parcelaria sugiere lo que debió ser el graderío y el espacio libre central. 


Trama parcelaria de la zona del Anfiteatro y Piazza Santa Croce. Florencia (Fuente: Diseño de la ciudad. L. Benévolo)


El anfiteatro de Florencia inserto en la trama urbana.(Fuente: Google maps)

La ruptura de la continuidad de su antiguo perímetro, el tratamiento mucho más doméstico de las fachadas de las viviendas, respecto al caso de Lucca, y la imposibilidad de acceder al espacio interior hacen que sea más difícil percibir el antiguo edificio.

Al consultar el plano de la ciudad o las postales con vistas aéreas, se descubre su densa mole elíptica atravesada por las dos calles abiertas con la reforma urbana que creó un “tridente barroco” con frente a la Piazza di Santa Croce.


Via De´Bentaccordi . Florencia (Foto: J. M. León)

Si atractiva resultaba la experiencia de rodear y acceder al Anfiteatro de Lucca, mucho más sorprendente supone, a mi juicio, reconocer el de Florencia, a pesar de las radicales trasformaciones que sobre él se realizaron. 

Por otro lado, resulta curioso constatar como la "disciplina" de la silueta elíptica se pierde cuando los edificios, en ambos casos, tiene que responder en su borde a nuevas consideraciones urbanas. En Lucca al crearse la Via  Fillungo y en Florencia al tener que formalizar uno de los frentes de la Piazza della Santa Croce, la figura del Anfiteatro en planta se recrece con un pequeño cuerpo que avanza hasta la nueva alineación, en un ejercicio de magnífico diseño urbano.




lunes, 1 de enero de 2018

Dos intervenciones históricas

La calle Portales de Logroño, uno de los espacios urbanos más significativos de su Casco Antiguo, está enmarcada por dos curiosas intervenciones históricas.

Logroño. Foto: J. M. L.
Al comienzo de la misma, la antigua Casa Palacio de los Jiménez de Enciso, hasta hace dos décadas Ayuntamiento de la ciudad, y hoy sede del IER, fue construida en el siglo XVI con muros de piedra de sillería, habiendo sido objeto de múltiples modificaciones hasta nuestros días.

Seguramente hacia finales del s. XIX, la potencia y sinceridad constructiva que hacía gala en sus fachadas ya no “se llevaba” y primaba el “buen gusto” de lo perfectamente delineado, por lo que la propiedad encarga el picado de las mismas redibujando con precisión geométrica una nueva fachada de falsos sillares rectangulares, perfilando sus siluetas mediante el rehundido de las líneas de separación. Pero si uno observa con atención el muro podrá percibir cómo debajo de tal dibujo sigue “respirando” el despiece original.

Logroño. Foto: J. M. L.

Al final de la calle, el Museo de La Rioja está ubicado en un magnífico caserón barroco, tradicionalmente denominado Casa Palacio del General Espartero. Al fallecer su esposa y él sin descendencia, el edificio es adquirido por el Estado para destinarlo a Palacio Episcopal y Tribunal Eclesiástico.

Con tal motivo se pretendió dotar a la futura sede del Obispo de unas nuevas señas de identidad, es decir incluir el escudo del Obispo, del que todavía no se tenía noticias ni se conocía su nombre.Nuevamente los canteros se ponen en funcionamiento y “borran” el interior del espléndido escudo barroco, para inccorporar en su interior las armas del futuro ocupante.

Ante el desconocimiento de las mismas, “sólo” puede realizar el ornamento exterior de un ridículo (por su tamaño) escudete, compuesto por el sombrero en la parte superior, dos juegos de borlas a los lados y el báculo por detrás del escudito. 
Al final el Obispo no se traslada a la capital y el palacio barroco se queda sin su escudo.

Resulta llamativo, incluso irónico, y seguramente escandaloso para algunos, cómo los  esfuerzos por “mudar de piel”, en el primer edificio  y por “adecuar su identidad”, en el segundo, se hayan integrado sin problemas en la imagen de la ciudad, dotando a ambos edificios de una nueva referencia urbana.