Quien contempla la
obra de Giorgio de Chirico (1888-1978), especialmente la realizada en las primeras décadas del
siglo XX, tiene la ocasión de penetrar en un silencioso y lírico mundo arquitectónico.
Un mundo en el que la realidad se confunde, o mejor dicho se funde con el sueño y el pasado.
El enigma de la llegada. G. de Chirico. 1912 |
Un mundo
construido de espacios urbanos sin vida apenas, inquietantes plazas vacías, alargadas
sombras que cortan las perspectivas de sus teatrales calles, elementos
arquitectónicos y escultóricos reconocibles desde la distancia bajo el
contraste de la luz y la sombra, etc.
Melancolía. G. de Chirico. 1913 |
La mañana angustiada. G. de Chirico. 1912 |
Plazas con pórticos herederos del pasado, bajo los que nadie se protege, solitarios “maniquíes”, chimeneas, fuentes, estanques y esculturas,
especialmente de Ariadna en actitud de ensoñación, que parecen intercambiarse
de un cuadro a otro.
La alegría del regreso. G. de Chirico. 1915 |
Misterio y melancolía de una calle. G. de Chirico. 1914 |
Lugares en los que el tiempo y el movimiento parecen haberse detenido, sino fuese por
el humo de los trenes que discurren en su horizonte o las velas que sugieren el
paso de unos barcos que no se ven.
Piazza d´Italia. G. de Chirico. 1913 |
"Una ciudad del
silencio", utilizando las palabras de Gabriele D´Annunzio, ajena a la realidad
cotidiana y que a veces intuimos al deambular de madrugada por las calles y plazas de nuestras ciudades, porque no olvidemos que al otro lado de
la ciudad real se encuentra la ciudad “surreal”.
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