lunes, 26 de marzo de 2018

Una ciudad dentro de otra


Todas las ciudades contienen en su interior muchas otras. Para empezar las que fueron a través de su historia y las que cada uno ha vivido.
Pero la ciudad de Arequipa (Perú) tiene la suerte  de contener otra ciudad físicamente. Se trata del Convento de Santa Catalina.


Patios Convento Sta. Catalina (J. M. L.)
Patios y celdas Convento Sta. Catalina (J.M.L.)


El Monasterio de Monjas Privado de la Orden de Santa Catalina de Siena, éste es su nombre original, es un conjunto monástico de importante tamaño, fundado en el s. XVI y desarrollado hasta el s. XVIII, compuesto por calles, estancias, lugares de trabajo, lugares de oración, cocinas, etc., y patios, muchos patios. Unos pequeños, como habitaciones sin techo, para iluminar y dotar de intimidad a éstas  y otros de mayor tamaño, porticados, donde propiciar el encuentro y el paseo.

Celda Convento Sta. Catalina (J.M.L.)
Patio claustro Convento Sta. Catalina (J.M.L.)


A diferencia de un convento tradicional, en el de Santa Catalina, los alojamientos están individualizados con sus recámaras para que las monjas, la mayoría provenientes de nobles y adineradas familias, pudiesen estar acompañadas por sus criadas, lo que trasladado al plano del conjunto una mayor complejidad tipológica.

Patios Convento Sta. Catalina (J.M.L.)
Celda y patio Convento Sta. Catalina (J.M.L.)


La densidad de lo que podríamos llamar su trama, la concatenación de sus diversas construcciones y espacios libres, la variedad de sus escalas, la secuencia de luces y penumbras, y la rotundidad de su colorista construcción hacen de su visita un magnífico ejemplo de la promenade architectural, utilizando la expresión acuñada por Le Corbusier.

Planta del Convento de Santa Catalina. Arequipa (Foto: J. M.L.)
Un recorrido que empieza o termina, según cada cual, deteniéndonos ante el plano del Convento que ilustra perfectamente la bondad de una sólida arquitectura hecha de sucesivas agregaciones, más o menos regulares, pero perfectamente concatenadas a través de sus calles, claustros y plazoletas y sobre todo de los silencios de sus antiguas moradoras.







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