Es raro que al recorrer una ciudad como turista se preste atención a
los timbres de las casas.
En Venecia no hace falta fijarse en ellos, te saltan a la vista por
despistado que vayas paseando.
Es tan habitual encontrarte con esas “caritas” que te miran asombradas
o te hacen muecas, que no puedes dejar de pararte un momento y buscar el
significado de cada uno de sus gestos.
Foto: J.M.L. |
Foto: J.M.L. |
La diferente disposición de uno o varios pulsadores, junto con la pequeña rejilla que hace de audífono y, a
veces, los huecos para echar las cartas, todos ellos insertos en una placa de
piedra, da lugar a un rico juego de composiciones en el que la mayoría de las
veces reconoces el guiño de un sorprendente Polifemo o a un monstruoso rostro
con múltiples ojos.
Foto: J.M.L. |
Foto: Paloma E. C. |
Lo que menos importa es si los vecinos de la casa han buscado uno u
otro motivo, o si ha sido fruto del capricho del industrial del ramo.
El resultado en cualquier caso es que los venecianos, o su ciudad han hecho de un elemento, más propio de la privacidad doméstica, un curioso y variado ejercicio de diseño que contribuye, en su escala, a la formalización de la escena urbana, a la par que se constituye en una particular señal de identidad.
Foto: J.M.L. |
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