jueves, 1 de marzo de 2018

Edificios impenetrables

Si no se puede entrar en un edificio, ¿para qué sirve?
Si no se puede habitar, ¿es un edificio?

No todo lo que identificamos como tal debe responder a un programa funcional. También puede dar cobijo a la memoria, alojar los recuerdos, ser el hogar de la evocación, etc.

Librería vacía. Bebelplatz. Berlín. 1995.M. Ullman
Biblioteca sin nombre. Jugenpltaz. Viena. 2000. R. Whiteread

Es el caso de estas dos singulares construcciones, a modo de “arqui-esculturas”, realizadas por dos artistas diferentes, en dos ciudades distintas, pero con un objetivo común: el de rememorar, con su presencia, las consecuencias de uno de los acontecimientos más terribles del siglo XX, el triunfo del nazismo y la consecuente persecución de la población judía.

Resulta curioso que la frase "Eso sólo fue un preludio, ahí donde se queman libros, se terminan quemando también personas", escrita por uno de  los grandes ensayistas y poetas del romanticismo alemán Heinrich Heine (1797-1856), y que figura en el “Memorial” que alude a la quema de miles de libros por los nazis en la Bebelplatz (1933. Berlín), sirva de lazo literal con otro “Memorial”, en la Jugenplatz (Viena) levantado como homenaje a las víctimas judías del holocausto.

Librería vacía. Bebelplatz. Berlín. 1995.Micha Ullman (Foto J.M.L.)

En el pavimento de la Bebelplatz, al sur del paseo Unter den Linden, se abre un pequeño hueco acristalado a través del cual se aprecia un espacio inaccesible. Se trata de la obra “Librería vacía” (1995) del artista Micha Ullman.

Todo lo que escasamente contiene o lo conforma, el silencio que en ella reside, las estanterías vacías, el color blanco impoluto, la luz eléctrica permanentemente encendida, la enigmática puerta que no se sabe con qué lugar comunica, todo está pensado para “convocar a la memoria contra el olvido” en palabras de su autor.

Biblioteca sin nombre. Jugenpltaz. Viena. 2000. R.achelWhiteread (Foto J.M.L.)

En el año 2000, en lo que fue el corazón del gueto judío de Viena, en la Jugenplatz, la escultora Rachel Whiteread construye la “Biblioteca sin nombre”, por encima de los restos de una antigua sinagoga medieval y a los que se puede acceder desde el edificio situado al fondo de la imagen.

Si en el caso anterior M. Ullman utiliza el vacío como ausencia, en esta ocasión R. Whiteread materializa el vacío a través de su presencia.

Como es frecuente en su obra, la artista emplea moldes para reproducir el interior, lo que no se puede tocar, como si el aire contenido en un espacio conformado por paredes de libros se hubiese densificado y sedimentado, reproduciendo hacia el exterior su parte oculta, el corte de sus hojas que han dejado esa textura estriada, al desaparecer las paredes de la habitación.

Biblioteca sin nombre. (detalle de esquina). Jugenpltaz. Viena. 2000. R. Whiteread (Foto J.M.L.)

En ambos Memoriales, tan diferentes y tan próximos, están presentes, y no es por casualidad, dos conceptos inherentes al pueblo judío, la ausencia y el libro (la Biblia). 
Y ambas ciudades, igualmente diferentes y próximas, son depositarias de la magia de su evocación. 

2 comentarios:

  1. Hay también edificios en los que sí se puede entrar, pero que en su interior no hay nada. Un ejemplo sería la llamada "torre del agua" en la Expo de Zaragoza. O eso me pareció a mí.

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  2. Lo interesante de los casos de Berlín y Viena es que la propia imposibilidad de entrar y la sugerencia de lo que percibes, sea a través del cristal o del propio volumen, te animan a imaginar intensamente, lo que hubo o podría haber. Ese "misterio" no lo proporcionaba ni se lo planteaba la Torre del agua de Zaragoza.

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